Vivimos cada vez más años y la soledad se ha vuelto uno de los grandes problemas de la vejez. El aislamiento social y la falta de redes de afecto y contención es una de las preocupaciones más importantes de los gobiernos y de los expertos en lo que tiene que ver con la nueva longevidad.

En ese marco, un novedoso sistema de viviendas colaborativas para envejecer entre amigos gana terreno y se expande en todo el mundo.

Las casas o comunidades colaborativas son una especie de barrio formado por viviendas individuales, en las que las personas comparten servicios comunes, comedores y actividades sociales y recreativas a fin de sentirse menos solos y bajar el nivel de gastos. Son una gran opción para disfrutar de la vida con amigos o con personas de edades similares sin sufrir aislamiento o soledad, y evitando las clásicas residencias de personas mayores.

Es que, según las estadísticas, la mayoría de las personas mayores viven solas o con sus parejas en su propia casa (83,6%) y más de la mitad considera poco o nada probable vivir en un futuro en una residencia para adultos mayores.

Por eso está en auge una nueva modalidad de viviendas para personas de la tercera edad que están solas. El sistema se viene imponiendo en muchos lugares del mundo.

¿Qué es el cohousing?

Se trata de una urbanización o una comunidad formada con viviendas independientes y adaptadas a las necesidades de sus residentes en las que conviven personas mayores (a veces también de otras edades) consiguen un espacio de vida con zonas y servicios comunes para limpieza, actividades de ocio, comedores, sociales, etc. autogestionado todo ello por los propios usuarios que buscan de esa forma convivir con sus amigos o personas conocidas.

El cohousing se asemeja a un pequeño barrio o a una comunidad de vecinas y vecinos bien avenidos, porque lo crearon con esa intención de vida colaborativa y mutualismo comunitario.

Allí no hay jerarquías, y los roles se reparten de forma natural. La economía es privada, y las viviendas cuentan con todos los elementos que aseguran la independencia de los residentes. A pesar de ello, o justamente por este motivo, existen zonas comunes significativas, que se comprenden como extensión de las viviendas cuya administración sigue a cargo del grupo que habita la comunidad.

Además, el Cohousing fomenta la colaboración, la participación, el liderazgo y las ganas de crear, fomenta también la integración social, la colaboración entre vecinos, la sostenibilidad, los pasatiempos, entre tantos otros beneficios relacionados con el compañerismo y los lazos sociales.

En España, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países, el cohousing avanza a paso firme. Un modelo con una gran tradición en el norte de Europa frente al sur. Por ejemplo, en Dinamarca el 10% de las comunidades funcionan así, y en Suecia llega incluso al 35%. En España también comienza a tener un desarrollo como una alternativa a la vivienda tradicional.

En países de Latinoamérica, como México, el desarrollo de viviendas colaborativas o cohousing es poco viable, pues el sistema de seguridad social impide a los adultos mayores vivir con independencia y en condiciones óptimas de salud, afirmó Alejandro Suárez Pareyón, coordinador del Laboratorio de Vivienda de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM.

En nuestro país “tal vez la población con ingresos altos podría acceder a ellas, pero hasta ahora residen en estancias donde tienen apoyo y cuidados óptimos de salud, con la posibilidad de socializar y llevar un estilo de vida colectivo”.

A orillas del Lago de Chapala, en Jalisco, se ubica el Rancho La Salud Villag, una comunidad formada por viviendas individuales de adultos mayores donde las personas comparten servicios y actividades comunes y, fundamentalmente, disfrutan de la vida con amigos o con sus parejas.

Fuente: buenavibra.es