¿Quién no se ha sentido decepcionado alguna vez?  La respuesta es sencilla, todos en algún momento de la vida, hemos sentido esa desagradable sensación que no se sabe ni siquiera de dónde viene o qué es: una presión en el pecho, un nudo en la garganta, un hoyo en el estómago y un sentimiento extraño de no saber en dónde estás ni a dónde vas.

Esto es lo que se siente tras una decepción de cualquier tipo, ya sea que te hayan roto el corazón, que algo no haya salido bien en el trabajo o en la escuela, que no te guste lo que haces, haber perdido a un ser querido o no saber cuál es tu camino. Aunque nos gustaría evitar sentirnos así, temo admitir que no es posible, al menos no por mucho tiempo. Sin embargo, de nada nos sirve bloquearlo o querer esconderlo porque tarde o temprano sale y muchas veces nos hace mal, perjudicando nuestra productividad, dañando las relaciones con las personas que nos rodean y posiblemente logrando que nos perdamos de nuevas oportunidades y diferentes caminos.

Por ello, lo mejor es dejar fluir este sentimiento el tiempo que sea necesario, tomar los consejos que crees que son buenos para ti y dejar ir los que no. Recuerda que muchas veces la gente habla y cree saber lo que dice. Sin embargo, no siempre tiene que ser verdad, ya que no están en tu lugar, por eso, los únicos consejos que debes seguir son los tuyos, ya que sólo tú sabes lo que está pasando y lo que es mejor para ti.

Trata de dejarlo fluir, pero también trata de superar esa barrera, no te encierres e intenta encontrar ese nuevo camino que tanto estás buscando. Tal vez puedes meditar un poco por las mañanas, fija un objetivo y mantenlo en tu cabeza. Es muy importante mantener una mente positiva y sobre todo, activa, por lo que intenta rodearte de gente que te haga bien, sal con ellos, realiza actividades que te distraigan, escucha música que cambie tu humor y exprésate cada vez que lo necesites. Haz algo para lograr un cambio en ese momento.